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¿POR QUÉ ME DUELE?

Esta es una de las preguntas que, diariamente nos hacen en clínica los pacientes; muchas veces, la explicación es “sencilla” y el paciente lo entiende a la perfección (dolor de origen traumático, dolor con daño), pero en otras ocasiones, tanto la explicación como la comprensión del “por qué”, resulta mucho más compleja.

¿QUÉ ES EL DOLOR?

La definición de dolor en una sola frase, ha sido y sigue siendo un rompedero de cabeza para la comunidad científica y los profesionales que nos dedicamos a la salud, debido, en gran medida, a su complejidad.

Ya en el S.XVII, René Descartes (padre de la filosofía moderna), describía el dolor como una percepción sensitiva generada en el Sistema Nervioso Central a partir de una lesión de los tejidos periféricos. Su modelo cartesiano se basa en que el dolor es una señal de alarma que actúa desde la periferia y afirma estas tres premisas: “si no hay daño no hay dolor”, “si hay daño hay dolor”, “a mayor daño, mayor dolor”.

Para Descartes, la lesión de los tejidos periféricos es la causante, de forma directa, de la experiencia dolorosa final. De esta manera, el principal protagonista de la película es el cuerpo, dejando completamente en un segundo plano (como si de dos dimensiones independientes se tratase), a la mente.

Es por ello que resultaba necesario una revisión de la definición de dolor.

En 1979, la IASP (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor), propone una definición de dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada a daño tisular real o potencial, o bien descrita en términos de tal daño”.

Es en 2020, donde actualizan esta definición; “una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada o similar a la asociada con daño tisular real o potencial”. Aquí ya tenemos una visión mucho más global de la experiencia dolorosa, donde la causa puede ser, o no, el daño en un tejido, y, donde la parte “emocional” y “sensorial” van de la mano.

La obra maestra: EL CEREBRO

Clásicamente se ha comparado al cerebro con una gran computadora, lo cual en principio podría parecernos un elogio para nuestra sesera; lo cierto es que disponemos de muchos avances tecnológicos, pero aún estamos muy lejos de que un ordenador simule el cerebro humano.

El cerebro es el director de las funciones del conjunto de neuronas que constituyen el Sistema Nervioso. Es el CEO de la empresa, le llegará absolutamente toda la información que percibimos del exterior, así como los cambios que se produzcan en nuestro interior, y como si de una mesa redonda se tratase, será el encargado de interpretar dicha información que recibe por parte de sus súbditos, para luego desechar la que no le interese y emitir la respuesta que crea más acertada.

Este complejo proceso es el que se pone en marcha cuando finalmente obtengo una respuesta dolorosa.

La nocicepción

El cuerpo, al igual que los coches de última generación, está repleto de sensores.

Estos sensores están especializados en diferentes áreas (los mecanorreceptores nos informan de los cambios de presión sobre la piel, el nivel de contracción o estiramiento de nuestros músculos, etc. Los receptores térmicos son sensibles a las respuestas de frío y calor, y muchas especializaciones más) pero tenemos unos, que se encuentran en nuestra piel, músculos, articulaciones y vísceras, que su función es la de informar si nuestra integridad física corre peligro. Los nociceptores.

Estos receptores son la vía de entrada de un estímulo que viajará hasta las vías superiores (cerebro en su mesa redonda), para que evalúe si ese estímulo es peligroso para nosotros o no. De ahí obtendremos la respuesta de dolor (si el cerebro cree que debe alarmarnos sobre un peligro inminente), o por el contrario, no la tendremos (hay activación de los nociceptores, pero cuando la señal llega al cerebro, este no emite la señal de alarma porque su evaluación así lo precisa).

Hasta aquí parece todo correcto, si hay algo que puede ser dañino para mí, es ideal tener un sistema de alarma (respuesta dolorosa), para poder revertir esa situación y salvaguardar mi integridad; pero entonces…    

¿Por qué me duele si mis tejidos están bien, y no estoy en situación de peligro?

Sensibilización Central

Cuando un estímulo nocivo permanece en el tiempo, tiene la posibilidad de perpetuarse;  las vías que llevan la información al Sistema Nervioso Central están hiperactivas y alteradas, y como consecuencia el CEO (cerebro), está sometido a una presión incontrolada. Llega un momento en que pierde el control de la situación y se comienzan a dar respuestas maladaptativas.

Este cuadro de perpetuación y amplificación del dolor lo llamamos sensibilización central; los procesos por los cuales acabamos teniendo una respuesta dolorosa mantenida, son completamente diferentes a los que acontecen ante un dolor de origen nociceptivo. Aquí entran en juego otra serie de factores como por ejemplo los psicológicos, aprendizajes previos, factores culturales, socioeconómicos, laborales, etc.

Esta complejidad se traduce en que, en muchos casos, el paciente está inmerso en un mar de dudas, y sigue buscando respuesta en sus tejidos (tengo un disco salido, el tendón inflamado, y un largo etc de etiquetas).

Se ha demostrado que para estos casos de dolor maladaptativo, una buena intervención mediante educación en fisiología del dolor, es una de las herramientas de elección para poder ayudar a los pacientes.

Si te ves identificado con alguna de estas situaciones, no lo dudes, y acude a tu fisioterapeuta de confianza.

 

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